martes, 3 de abril de 2012

Padres responsables.


Que duro debe ser que tu hijo llegue a la adolescencia y te des cuenta de que has creado un monstruo. Escribo esto porque no dejo de sorprenderme por el aumento escandaloso de adolescentes que se compomportan como fieras. Es indudable que los culpables de estas actitudes somos sus padres. Es inútil culpar a la sociedad, al colegio, las compañías, etc. Nosotros tenemos la culpa. No los atendemos como deberíamos. Estamos muy ocupados con nuestros asuntos para preocuparnos por los suyos y cuando por fin decidimos sacar la cabeza del agujero, resulta que ya es tarde. Buscamos ayuda mandando a nuestro hijo a un internado, alejándolo de nosotros, cuando en realidad lo que ese chic@ necesita es lo contrario. Necesita sentirse querido, apreciado, necesitado y nosotros le damos la espalda, con lo que conseguimos que siga intentando llamar la atención de la peor manera posible: malas notas, actos vandálicos, malos hábitos.... Son llamadas de socorro, aunque él/ella mism@ no se da cuenta. Está en nuestra mano evitar estas situaciones. Nosotros somos quienes enseñamos a nuestros hijos a relacionarse con el mundo. Educando a nuestros hijos en el cariño y el respeto, con empatía y seguridad, les damos alas fuertes y hermosas para volar alto en esta vida y enfrentarse al mundo con valentía. Es cierto que llegada a esta situación, es posible que necesitemos ayuda profesional, pero no mandando a nuestro hijo lejos. Al contrario. Pensemos que la culpa no es suya, sino nuestra. Es un maleducado porque no hemos sabido enseñarle, pero no todo está perdido. Es nuestra responsabilidad enmendar los errores. El adolescente problemático es una víctima, en la mayoría de los casos, de falta de afecto y atención. Cuando pensamos en esto nos imaginamos a un chaval con padres delincuentes o drogadictos, de barrios marginales, etc, etc, pero no es así. Suelen ser hijos de padres con unos buenos trabajos, buenos sueldos, que no les falta de nada "material", pero con importantes carencias afectivas. Nuestros hijos necesitan nuestro tiempo, que les preguntemos y escuchemos de verdad sus respuestas, que hagamos cosas juntos,  que les queramos y se sientan queridos. Hace tiempo leí una frase muy acorde con esto: "Quiéreme cuando menos lo merezca, será cuando más lo necesite". Podemos poner unos buenos cimientos en la educación de nuestros hijos ya desde el momento del parto.  Es fundamental que el bebé se sienta querido y protegido desde el momento en el que nace. Estos sentimientos deben continuar a lo largo de todo el camino hasta llegar a convertirse en un adulto sano, seguro y fuerte.